Viajar a dedo
Cuando yo tenía quince o dieciséis años, a mi mamá se le cantó viajar a una ciudad cercana (40 km) a dedo. No recuerdo bien el motivo, tal vez el auto estuviera averiado o en poder de mi papá. Tampoco era por falta de dinero. Ahora no puedo ver claramente la razón pero en aquel momento me pareció una buena idea y la acompañé gustosa. Hoy en día no voy ni a palos, salvo si supiera que se repetiría la experiencia.No sé de qué forma nos fuimos a la ruta, nos paramos en la banquina en una zona cercana al ingreso al pueblo donde mamá comenzó a hacer señas a los camiones que pasaban. No estábamos solas, había dos o tres hombres más paraditos ahí que nos miraban con curiosidad.
A los dos o tres minutos paró un camión Scania enorme perteneciente a una empresa que fabricaba harina envasada, flanes y bizcochuelos en polvo. El conductor marcó el número dos con su mano y los hombres nos dijeron que subiéramos nosotras, que llevaría dos personas. Nos miramos y hacia allá fuimos.
La cabina era divina, bien limpia, con aire acondicionado y con asientos bien cómodos. El conductor muy simpático, canoso y de ojos celestes, tendría unos cuarenta y cinco años en aquel momento. Nos contó de sus eternos viajes por el Chaco, Santiago, Misiones. Tenía esposa y dos hijos, quienes lo acompañaban de vez en cuando.
Así llegamos a destino y nos dejó en la ruta. "Y ahora cómo vamos al centro?". Eran unos 6 km más. "Hagamos dedo de vuelta, total...", dijo mamá. Al minuto paró un auto y nos levantó. Palabra va, palabra viene, llegamos sanas y salvas y por qué no un poco tentadas por lo que habíamos hecho.
Más tarde regresamos a casa en colectivo porque ya no era hora de hacer dedo.
Y nunca más hicimos dedo.
Así era mi mamá.
3 comentarios:
Perla, me hiciste sonreir :-)
Gracias :-D
Espero poder acordarme de más anécdotas, mi memoria no es de las mejores.
Esas son las cosas que valen la pena vivir.
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