jueves, 1 de julio de 2010

Lecturas

Estuve leyendo ésto y lo que más me llamó la atención fue ésto que transcribo:

1) ¿Cuándo sintió por primera vez inclinaciones a escribir?

Nunca sentí inclinaciones a escribir, como nunca me sentí inclinado a respirar. Jamás se me ocurrió que mi sentido literario fuese excepcional. Alababa, en cambio, a todos los que lo poseían, porque, para el hombre que la posee, no existe nada de milagroso en una facultad natural. En arte, el aficionado, el coleccionista, el entusiasta son los que carecen de la facultad de producirlo. El veneciano quiere ser soldado de caballería, el gaucho querría ser marinero, el pez quiere volar y el pájaro nadar. Yo nunca quise escribir. Ahora conozco, naturalmente, lo raro de la facultad literaria, pero ni aun así la deseo. No se puede desear una cosa y tenerla al mismo tiempo.

2) Pero si bien no estoy seguro de que la falta de dinero estropee a un hombre pobre más de lo que su posesión estropea a un rico, estoy completamente cierto de que la clase que tiene las pretensiones, los prejuicios y las costumbres de los ricos sin su dinero y la pobreza de los pobres sin la franqueza necesaria para confesarla -la clase que no concurre al teatro porque no puede pagarse una butaca y se avergüenza de ser vista en cazuela-, es la que está en peor situación de todas. Estar en la cuesta abajo, desde el cenit de la haute bourgeoisie y la clase media terrateniente hasta el nadir en que el biznieto de los segundones abandona la lucha por guardar las apariencias, en la imposibilidad de hacer que trescientas libras esterlinas anuales parezcan ochocientas en Irlanda y Escocia, o que quinientas parezcan cinco mil en Londres; no ser educado en la escuela proletaria ni en la politécnica, sino en alguna barata academia privada, elegida al azar, para los hijos de los caballeros; excluir a los pobres de la lista de personas visitables y descubrir después que el resto del mundo lo excluye a uno, todo eso es la pobreza en su aspecto más detestable. Y, sin embargo, buena parte de nuestra literatura y periodismo ha surgido de ella. Piénsese en la humillación de Dickens niño en el almacén de betún y en su constante resentimiento por el hecho de que su madre quiso mantenerle allí. Piénsese en Trollope estudiando en una escuela para las clases superiores, con agujeros en los pantalones porque su padre no se resignaba a desprenderse de un criado. ¡Puf! Importa poco que uno sea un vagabundo o un millonario; lo que sí importa es ser pariente pobre de un rico, y eso es lo peor.

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2 comentarios:

A las 3 de julio de 2010, 21:35 , Blogger Daniela Lucena y Gisela Laboureau ha dicho...

es muy bueno. el punto dos me hizo acordar mucho a P Bourdieu, un sociologo frances, especialmente su libro "la distincion"... lo voy a tomar para mis clases, gracias!

 
A las 4 de julio de 2010, 18:12 , Blogger | Perla | ha dicho...

Morke,
Fijate que hay cualquier cantidad de textos!

 

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