Harta de la rutina, o no tanto.
Definitivamente todos tenemos días buenos y malos. Hoy, sin ir más lejos, me levanté e hice lo mismo que de costumbre. Me saqué el pijama y abrí el placard para elegir la ropa de turno. Como siempre mi marido hizo sus flexiones y al terminar se paró al lado mío a esperar que yo terminara, porque como nuestro placard tiene puertas corredizas, si yo tengo mi lado completamente abierto, el lado de él queda completamente cerrado. Y ya me molestó.Después fui al baño, me peiné y me dirigí a lavarme los dientes, pero vino él, como siempre y comenzó a revolotear buscando el peine, el desodorante y la mar en coche. “Pucha”, pensé, “por qué no lo hace después de bañarse? Cada vez que vengo a peinarme y lavarme los dientes tengo que tener una persona revisando cajones, mirándose en el espejo por detrás de mí”…Es que él tiene su secuencia y yo la mía, y ninguno de los dos piensa cambiarla. Qué rompecocos!
Volví a la pieza a continuar con lo que estaba haciendo, sabiendo que en cualquier momento caía piedra sin llover y entonces yo aprovecharía para volver al baño a lavarme los dientes. Así fue.
Luego él siguió vistiéndose y bajé a preparar todo para salir en el auto a laburar.
La rutina es algo rarísimo, cuando la seguís te embola, y cuando no te genera ansiedad, como un miedo a lo desconocido. Y mi vida es bastante rutinaria, sobre todo ahora que tengo una hija pequeña.
Etiquetas: familia, marido, vida cotidiana, yo
1 comentarios:
Hummm, no se que decirte, eso alguna vez me paso y termino en diciembre del 2005 cuando me separe, asi que mejor no opino.
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio