jueves, 15 de enero de 2009

Algunas reflexiones así como al paso

Viviendo en un pueblo como éste uno puede apreciar la gran cantidad de cosas que compraba y no necesitaba cuando vivía en la city porteña. Es que allá son tantas y tan lindas y llamativas las vidrieras que te dan ganas de comprar. Tenés varios shoppings y avenidas para elegir, con interminables filas de negocios diseñados para captar tu atención y hacerte dejar allí algunos mangos a cambio de satisfacer una necesidad generalmente creada en el momento. A veces también agobia. Al menos a mí, que siempre busco optimizar mi compra, después de unas horas me cansa. Ni te cuento si tengo que probarme ropa, es algo que odio.
En Buenos Aires todos los días tenía que estar reponiendo guita en la billetera y eso que también usaba la tarjeta de débito (de crédito nunca usé). Acá, si bien el débito se puede usar en contados comercios, yo sé cuánto voy a gastar en el día. Sé que la mayor parte de mi sueldo se gasta en servicios, nafta y niñera. Sé que no me voy a quedar varada en ninguna calle porque uso auto, bici o camino. No uso ningún medio de transporte público para trasladarme a mi trabajo. Sé que por más vidrieras que mire ninguna me va a tentar, si compro algo es porque ya lo tengo decidido de antes.
Puedo dedicar gran parte de mi tiempo libre (que no es mucho) a estar con mis hijas en casa o en salir con ellas a hacer alguna compra en la farmacia o el super. Las cargo en el auto, en minutos ya estamos pagando en la caja y en otros pocos minutos ya estamos en casa.
Hoy en día creo que es una buena opción vivir aquí, nuestra vida es tranquila. Más adelante no lo sé.

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